He pasado años estudiando el cerebro: leyendo artículos de investigación hasta altas horas de la noche, hablando con neurocientíficos y realizando mis propios experimentos con estimulación lumínica y sonora. En el camino, aprendí muchas cosas fascinantes. Pero un descubrimiento me sorprendió por lo simple, casi obvio, que me pareció una vez que lo entendí. Fue darme cuenta de que nuestra salud mental, creatividad y adaptabilidad no se basan en un único estado cerebral "ideal". Se basan en la facilidad con la que podemos cambiar de un estado a otro: en lo bien que funciona el "ascensor" de nuestra mente.
Esa metáfora se me ocurrió una tarde mientras intentaba explicarle la Variabilidad de la Señal Cerebral (VSC) a un amigo que no sabía nada de neurociencia. Le dije: «Imagina tu cerebro como un edificio de 20 pisos». Cada piso, le expliqué, representa un nivel diferente de flexibilidad y adaptabilidad mental. Los pisos inferiores son más predecibles y estructurados, los superiores más dinámicos y expansivos. Y tú, tu consciencia, eres como el ascensorista, subiendo y bajando todo el día, respondiendo a lo que sucede dentro y fuera de ti.
Una vez que lo planteé así, no pude dejar de explorar la analogía.

Los pisos del sótano

Si empezamos por abajo (pisos 1 a 5), ​​la vista es más tranquila, pero no está nada mal. Aquí abajo, la actividad cerebral está muy estructurada y es predecible. Los científicos lo llaman "bajo BSV". Estos pisos son ideales para fortalecer hábitos, reforzar habilidades aprendidas y agudizar el reconocimiento de patrones. El cerebro conserva energía aquí, centrándose en la eficiencia y la repetición.
Piensa en aprender una escala musical, practicar un paso deportivo o practicar el vocabulario básico de un nuevo idioma: la repetición es clave, y estos pisos son el campo de entrenamiento perfecto. Tienen un ritmo reconfortante. El ascensor se mueve despacio, sí, pero esa estabilidad puede ser justo lo que necesitas para consolidar conocimientos o descansar de pensamientos de mayor intensidad.
El problema es quedarse aquí demasiado tiempo. Si la vida exige flexibilidad y adaptación rápida, quedarse en el sótano puede dificultar la respuesta. Es entonces cuando los beneficios de estos pisos se desvanecen y la rigidez mental empieza a instalarse. Como un gimnasio para la mente, son ideales para un entrenamiento concentrado; entonces es hora de seguir adelante.

Los niveles intermedios


Del piso 6 al 14, todo se abre. Aquí es donde el cerebro está estable, concentrado y emocionalmente equilibrado. El BSV aquí es moderado: puedes desviar la atención, gestionar las emociones y afrontar la vida diaria con competencia. Considero que estas son las "plantas de oficina" del edificio del cerebro: todo funciona, la iluminación es buena y el ascensor funciona sin problemas.
Aquí se está cómodo. La mayor parte de nuestro trabajo, conversaciones y resolución de problemas ocurren en esta zona. Puedes hacer las cosas sin agotarte, y el cerebro puede cambiar de tarea con relativa facilidad. Aun así, como aprendí, estos niveles no lo son todo. Son perfectos para una productividad sostenida y un pensamiento claro, pero cuando una situación exige cambios repentinos de perspectiva o un replanteamiento completo, necesitas ser capaz de alcanzar niveles más altos.

La cubierta de mando


Ese lugar más alto es el piso 15, mi piso favorito para hablar.
En mis estudios, me topé con el concepto de "criticidad" en sistemas complejos. En el cerebro, este es el punto justo entre demasiada estabilidad y demasiado caos. En el piso 15, el BSV es lo suficientemente alto como para permitir cambios rápidos y flexibles, pero no tan alto como para que los pensamientos se dispersen. Aquí es donde el cerebro alcanza su máxima capacidad de adaptación, su mayor vitalidad.
Lo llamo la "plataforma de mando". Aquí, el aprendizaje se acelera. Las ideas llegan inesperadamente. Los patrones emocionales pueden reorganizarse en formas más saludables. He sentido esto cuando un problema difícil se desenreda de repente en mi mente, o cuando una conversación despierta una perspectiva completamente nueva.
Los científicos han descubierto que los sistemas en estado crítico procesan la información con mayor eficiencia y se recuperan más rápido de una interrupción. En esta planta, mi "ascensor" mental está en perfecta sintonía: puedo ver la estabilidad de las plantas intermedias debajo de mí y la apertura exploratoria de los áticos superiores. Es el punto de partida ideal para la transformación.


Los pisos del ático


Por encima del piso 15 se encuentran los áticos (pisos 16 a 20), donde la variabilidad cerebral alcanza su máximo esplendor. Este es el reino de la meditación profunda, la inmersión creativa y los estados alterados. La iluminación cambia y se refracta, como si el aire mismo transportara ideas. Los pensamientos pueden volverse simbólicos, no lineales y, a veces, profundamente conmovedores.
He visitado estos pisos en momentos de pura inspiración, en estados meditativos donde el tiempo parecía disolverse, e incluso en esos espacios de semi-ensoñación antes de dormir, donde las ideas toman formas inesperadas. Son estimulantes, pero no están diseñados para estancias largas sin conexión a tierra. Sin integración, la misma apertura que impulsa la creatividad puede volverse desorientadora.
Los áticos son poderosos, pero es mejor cuando se visitan intencionalmente, ya sea para resolver un problema creativo, explorar una visión meditativa o ver el mundo desde un ángulo radicalmente nuevo.


El ascensor en sí


Lo más importante que he aprendido es que la verdadera medida de la salud cerebral no es en qué piso te encuentras, sino la facilidad con la que te mueves entre ellos. Ese es el verdadero sello distintivo de la resiliencia.
Un cerebro sano puede ascender a los áticos cuando se necesitan novedades y creatividad, regresar a los pisos intermedios para trabajar de forma estable y descender a los inferiores cuando es hora de reforzar habilidades o descansar. Los problemas surgen cuando el ascensor se atasca: en la depresión o el agotamiento, atrapado en los pisos inferiores; en ciertos estados de hiperactividad, rebotando sin control por los pisos superiores.
Esta movilidad depende de la variabilidad de la señal cerebral. Considero que el BSV es el sistema eléctrico y energético del edificio. En las plantas bajas, la energía es constante y económica. En la planta media, es regulada y eficiente. En la planta 15, se encuentra en equilibrio dinámico. En la planta alta, es expansiva e impredecible. Un cerebro verdaderamente adaptativo gestiona esa energía en todos los niveles, visitando cada uno según sea necesario, en lugar de aferrarse a uno solo.


Por qué esto cambió mi perspectiva


Durante gran parte del siglo pasado, se consideraba que los estados cerebrales eran categorías fijas: ondas alfa para la relajación, beta para la concentración, etc. Pero ese modelo siempre me pareció demasiado rígido. La variabilidad de las señales cerebrales ofrecía una perspectiva más rica y dinámica, que coincidía con lo que observaba en la investigación y con mi propia experiencia.
BSV nos muestra que la salud cerebral no se trata de aferrarse a un estado ideal, sino de tener la amplitud y la habilidad para cambiar con fluidez entre varios. Es la interacción entre estabilidad y flexibilidad, entre repetición y sorpresa, lo que mantiene la mente activa.
Cuando empecé a pensar en mi propia mente como un edificio, me di cuenta de que había pasado demasiado tiempo en las plantas intermedias: competente y estable, pero rara vez daba el salto a la cubierta de mando. También había descuidado las plantas inferiores por sus fortalezas únicas en la creación de patrones y el refuerzo de habilidades, y evitaba los áticos por miedo a perderme en su amplitud.
Una vez que empecé a visitar deliberadamente más pisos —mediante meditación, retos creativos y tiempo de inactividad consciente—, descubrí que podía adaptarme con mayor facilidad. Mi mente volvía a sentirse como un edificio entero, en lugar de solo unas cuantas habitaciones conocidas.


La lección a la que sigo volviendo


Ahora, cuando hablo con la gente sobre el cerebro, comparto esta analogía del rascacielos mental. Les digo que no se obsesionen con encontrar un piso "perfecto". En cambio, cuiden su ascensor. Manténganlo en movimiento. Usen las plantas bajas para consolidar el aprendizaje, las intermedias para la estabilidad y la productividad, la plataforma de mando para la transformación y los áticos para la inspiración.
Para mí, ese es el verdadero secreto: la adaptabilidad. No se trata de ser infinitamente positivo o estar siempre en calma, sino de tener todo el potencial. Y se trata de reconocer que lo mejor del pensamiento, la creatividad y el crecimiento emocional humanos a menudo surge justo donde la estabilidad se encuentra con la sorpresa: en esa hermosa plataforma de mando del piso 15.
Ahí es donde la vista es más amplia. Ahí es donde el edificio cobra vida. Y ahí es donde intento pasar el mayor tiempo posible: con el ascensor listo, las puertas abiertas, listo para viajar adonde me lleve el día.